viernes, 11 de diciembre de 2015

Respondo, seguramente, ante una vida desordenada,
Llena de osadías y de miserias obligadas por el ajeno,
Desecho lo cercano por mi vanidad o por la vieja certeza
De quien ya yerra ante el que  está acertado,
O, ante los infortunios  de esta desastrosa vida.

Todo, ciertamente, no ha de ser así como lo pintan,
Como los facundos que hunden sus vocales en el alma
Y se arrastran en silencio al que le ofrece sustento,
Alejándose muy seguro de que la  victoria ha obtenido.
Mientras la eterna derrota lo acecha tras el cristal.

Es muy probable que almas cándidas y seguras
Permanezcan llorando ante el atrevimiento
De aquellos que son realmente inútiles y, soberbios,
Respondan ante la torpeza del que guarda silencio
Muy cerca de las nubes, donde se esconden los secretos.

Mientras tanto, reservo un lugar en el corazón de cualquiera
Que pretenda soñar con los viejos azules del alma,
Con los deseos de un dios deseante que advierta de los peligros
Ineficaces de los hombres, de los que, humildemente,
Han pedido de verdad una soledad solo terrenal.



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