viernes, 25 de octubre de 2013

Últimas palabras

Cuando mi madre moría lentamente, todos eran ajenos
al final de los días que se desvanecían como purpurina
de plata y manojos de desprecio generalmente popular.

Casi nadie tenía ganas de llorar ni de amar a los demás:
ese altruismo que confirma a los seres más cobardes
de este pueblo que se guía con almas ruines y serias.

A los dos días de acariciar a la odiosa y ruín tumba
se me apareció gentilmente en la esquina más oscura
interpretando lo que en sus días de ignorancia era verdad.

Y me dijo: acaricia a las ortigas y serás de sobra feliz,
e imagina mundos de grandeza para ser humilde
cuando estos seres que te rodean permitan esa licencia.

No manejo la güija; pero le dije amablemente a mi madre
que nunca muriese para no dejarme comer una manzana solo,
y que mis errores fuesen una  fantasía de un mundo imaginado.

viernes, 11 de octubre de 2013

Un día cualquiera

Es verdad que hoy no ha pasado  nada....
pero  he visto demasiados coches, demasiada gente;
nadie me ha importunado, mas me he sentido tan débil
como los hombres que circulan solos por la calle.

Cuando llega el atardecer puedo ver a la ciudad
imaginada por gente con carros infantiles
y hombres que, con desidia, suspiran en esta noche
imaginando su libertad cuando la luz no exista.

Y todos hacen caso omiso al viejo despertar,
al dejar de estar solos y mandar aspavientos al aire
y reírse de los inocentes que aun sueñan con la música
que, solemnemente, les llevará al falso Averno.