viernes, 10 de junio de 2016

DUQUE ORSINI DE BOMARZO



Este verano incipiente me cubre de cortinas de seda,
Me respeta por ser antiguo visitante de este palacio
Lleno de esculturas afrodisíacas y largas sendas
De verdes sauces y largos cipreses  rebeldes
Torneados por el calor del viento de poniente.

Antiguos fantasmas familiares siguen paseando
Por los recovecos, que los setos plantados por los dioses,
Permiten tamaña usura y atrevimiento,
Por dejarlos enorgullecerse de sus tiranías,
A más de descansar de su increíbles insidias.

Mi apariencia de jorobado les resulta un espectro,
Ignoran mis suaves palabras ante los dioses,
Mis miradas soslayadas para no ver la incuria
Y mi debilidad de eterno hombre discapacitado,
Inoperante para los quehaceres cotidianos.

Ahora, soy eterno, inconfundiblemente eterno,
Un contratiempo que cuenta sus malvadas hazañas,
Sus viejas rencillas llenas de humor ácido y vil,
Sus intentonas de  procacidad y de hombría
Que conducen a una ignorancia bárbara, ajena.

viernes, 1 de abril de 2016

Olores de la infancia (1)

Sirvo el pan de hogaza después de que el horno,
Inconsciente, haya calentado la casa,
Haya abierto bocas juveniles que desprenden
Un hálito de hartazgo de su mundo.

Los hombres, junto al fuego, impasibles,
Contaban historias de antes de la verdad,
Del ahora que se desvanece con el calor
De este pan casero que anuncia novedades.

Los olores son los mismos de la infancia,
A servidumbre y a desasosiego de la calle ,
A vecinas que cubren su rostro mirando
De reojo la miseria de los últimos rayos.

Algunos, atrevidos, se atrevieron a soñar
Con el olor a anís, el de las casetas
de los húngaros que con un oso venían
a sorprender a los niños sucios.

jueves, 10 de marzo de 2016

MELANCOLÍA

Es esa hora de la mañana en que la oscuridad
parece que pesa,
en que los primeros viandantes sonámbulos y ajenos
brotan de esas casas idénticas, horriblemente idénticas,
y pisan fuerte el asfalto, anuncian su destino…

Las pocas gotas de rocío
 que reflejan débiles rayos matutinos
se han indignado al no ser contempladas;
la soledad es así, no deliberada, intransigente
como damisela dieciochesca contrariada ante el despecho
de un bello joven lechuguino.

Los de más donaire alardean en las aceras a la nada,
al insufrible silencio de la calle que, sorprendida,
va guiñando en las esquinas a las inusitadas señoras
que aparecen por portales de lujo salmantino.

Los de más pesadumbre alimentan su ego con el sol
que anuncia viejos trajes de antiguas oficinas,
ya usados por los dedos de la muerte…

Sólo un hombre, hierático, sumido aún en el sueño
callejero de la noche, despierta sus fauces no por hambre,
Sino por  el destino explotador de la pobreza.
Y, al sentir  la dureza del asfalto,
se recoge nuevamente,

 en las duras sábanas de pasta de los árboles.