viernes, 31 de enero de 2014

Seguro que la rima de los clásicos es puntual
y deja caer el arte de medir,contar y elegir
los más bellos versos de manera gradual,
sin posibilidad de crear, idiotizar y presumir.

Rubén Darío construyó sonetos de catorce
sílabas, con concierto, con palabras sueltas,
sin pensar en el color, en la idea del pobre
y acabó disimulando su color , el olor salobre.

En París imaginó señoras de altos vuelos,
telas de seda que hacían soñar en los sueños
y eran etílicas mujeres sin pedigrí, sin desvelos.

Los hombres entonces soñabámos en cielos
que cubrieran sin interés mejores empeños
que fuesen una cierta sospecha para los celos.

El hombre de oriente y la crisis

Si, más allá del oriente, se sueña con huríes,
 hombres bárbaros y  eternas sirenas,
habría que plantearse un tema serio,
una indefectible manera de soñar con el tiempo.

Habría que hacer una floritura de alfombra
o, simplemente, dejar escoger el bigote
rudo y serio de los hombres sin cortejo
que amenazan con la desidia en los mercados.

Pero, cuando el cuerpo se asombra
y asemeja historias íntimas, ideas
o quizá imaginaciones llenas de soberbia,
el occidental se vuelve cobarde y enjuto.

Entonces,¿para qué las preguntas inverosímiles
y los acuerdos mutuos, sociales y ciertos,
si el ángel de la verdad mucho tiempo hace
que repitió las misma historia, el mismo sentir?

Ahora ha llegado el instante de mostrar un ala
y dejar volar a la imaginación más allá del oriente,
sentir una pausa con sonido, una idea con cabeza,
y escuchar otras lenguas, otros lugares más cercanos.