jueves, 20 de marzo de 2014

Niñez

Ahora me mandan botellas, en Navidad,
y me he vuelto abstemio de almas
y de encuentros fugaces en la calle,
la misma que está adornada inútilmente.

Pero...mis pasos no se esconden serios
detrás de las luces fugaces y opacas
que asemejan a estrellas que adolecen
de pan en estos días de tanta necesidad.

He nacido en la calle oscura del violín
donde las zanjas profundas del Niño
eran injurias para los dedos fríos
que vestían alpargatas de trapo y seda.

El frío, a veces, era inútil, frugal y áspero
para aquellos pocos torsos desnudos
lampiños y deseosos de proyectarse
en la puerca vida que nos desechaba.

Soñaba por entonces en viejas brujas
que eran solo ropa vieja y barro
reconvertido en osos húngaros
y anaqueles vacíos de agua y azúcar.

Y las delicias que hacía mi madre
en la nieve, enseñando los condimentos
sin engaño, eran realidades ciertas,
nos hacían vivir en los sueños de los ricos.

Pero... nos ajustábamos al silencio de las piedras
y al sonido de la BH roja y casi femenina
que nos hizo pedalear sin fuerza en la tierra
que era la Luna americana difuminada.

Al final, terminamos como todos ....
pistolas y escudos romanos fuertes
de los que sospechábamos algo muy grave
que ahora es una inmisericorde realidad.