viernes, 16 de abril de 2010

Una ecuación matemática elevada a la categoría de fórmula

La máscara no era la superficie del rostro,
sino su esencia.

El veneno de las palabras devora al corazón
como el hígado a Prometeo.

Son fórmulas realmente matemáticas
que conducen a la duda de los caracoles nocturnos.

Si elevamos a la séptima potencia la bilis
que administra la función hepática del alma,
recorreríamos flores denominadas algoritmos,
los más simples.

Derivamos derivadas llenas de incógnitas bellas,
despejamos cielos tan inmensos que el signo del infinito
se vuelve infinitesimalmente etéreo.

La solución está en un trozo de cal y añil
cubriendo las antiguas islas del Egeo;
aquellas donde el reaccionario de Pitágoras
soñó con la ausencia de los números.

martes, 13 de abril de 2010

Un ligero cansancio

Me hacen continuos comentarios en el blog
y consumo mi energía en transmitir ideas,
algunas veces opacas, las más veces ordenadas
para las mentes que olvidan tiempos poco amables.

El espíritu de los amables también se cansa,
esconde asimismo verdades que pueden inclinarse
al lado, atrás , al fin o a la noche.

Pero acaba hundiéndose en la miseria de los inteligentes
que opinan;
en los ocupados por su displicencia,
en los ajenos por no haber acudido nunca en la ayuda
de los poco retóricos.

También comprendo a la buena retórica,
justa, impasible, exacta y, a veces, fatal;
porque yo he intentado despedirme muchas veces,
aunque los esfuerzos de amigos y amantes
me abandonaron en parnasos y montes de olimpia
que eran pura reverberación.

Algunas tardes pensaba en la calor del verano,
en los dulces fríos del invierno,
en las poco coloristas tardes de otoño
y en la falsa primavera que se aleja cada vez más rápida.

Y escuchaba silencios mórbidos donde mil sacerdotes
imponían su doctrina,
me impedían arrodillarme para besar tu ventana
y alejarme en silencio...

También he visto a los labradores humillándose hoy,
no los viejos labradores,
sino los que labran a las almas de los seres humanos.
Y los he visto llorar junto al fango de los ricos,
los cuales les decían: aguanta la vieja cruz,
la diligencia de los muertos...

Y en esos entonces se me venía el surrealismo.
Con el color no me impresionaba el impresionismo,
con Marx no se nos acabó la lucha
porque el que dispara la flecha es un flechador,
el que la muerte un mortedor.

Pero, el amor no lo termina nadie.
Ni siquiera aquellos que agotan sus fuerzas en lo nimio.
Alguna vez los he visto esconderse míseramente,
descubriendo a las viejas ocas que los satisfacen.

El final es la paciencia,
el suave avatar de mujeres bellas que nos esperan
en el universo de los árabes ;es decir, las huríes.
¡Ya sé que todos las conocéis!

Se podría hablar de religión y de miserias humanas,
mas es contradictorio;
de cansinas repeticiones sobre el mismo tema;
de eternos deseos de hacer lo que hacemos todos
en silencio...
Sin embargo, prefiero callar los más imposibles deseos
para no hacer daño al numen...al estro... a eso