jueves, 10 de abril de 2014

Con los esquíes

Con la nieve crujiendo a mi paso
y un viento helado azotándome la espalda
era imposible y atrevido atajar a la presa
que sonreía en la ladera con fruición.
Era un conejo insulso vestido de blanco.

Me perseguía un tipo de verdes colores.
Dije: un insecto verde, ojos negros ,
vientre prominente y mirada perdida,
seguro de alcanzarme e ignorarme.

Sentí miedo y, en vértice, situé mis piernas
cada vez más débiles e indolentes
porque no era un sueño, era la nieve en polvo
la que me sujetaba al suelo, al cielo.

De pronto, me vi liberado por unas gafas verdes,
enormes, que anunciaban mi ruina consentida,
mi torpeza para manejar los esquíes de la vida
que, arriesgada, se había permitido el deseo blanco.

Vi, a la vuelta, un pico muy alto sobrepasando las nubes,
mostrando su prepotencia a mis espaldas,
una vez que había huido de allí sobrecogido,
instruido fatalmente otra vez por la nieve negra.

viernes, 4 de abril de 2014

NADA

Siento cierta aversión y desprecio por lo genialmente admitido,
porque lo que realmente es conocido por todos es la soledad,
esa extraña sensación que apenas se aprecia una tarde de verano,
y que huye divertida en cualquier fiesta llena de guirnaldas.

Siento, en ocasiones, desprenderse la piel a jirones secos,
mientras el resto de los paseantes se jactan de la desidia
y, inescrutablemente, se quejan del dolor de la amistad,
la que sorprende a los amigos más inciertos e imaginarios .

Siento una enorme soledad amiga de los desamparados
que encontraron el deseo, el sexo y la amistad somera,
esa que en las tabernas acaba siendo cierta y eficaz
como los sondeos en tierra ajena, baldía y certera..

Siento solo algunas veces el desprecio por lo humano,
por lo sensible que aparenta seguridad en el alma
y que acaba arrastrándose por los pegajosos lodos
que indican un cierto límite, una frugal sensación de olvidar.