lunes, 18 de noviembre de 2013

Cuento policiaco imitando la técnica de Rayuela

CUENTOS FRAGMENTARIOS Y SIN TÍTULO (1)


Se había dejado la sortija encima del aparador ya ruinoso y lleno de polvo para hacer creer que el tiempo ya había pasado por allí y que los muertos  eran imaginaciones de los que aún no habían nacido. El resto de los muebles permanecían impasibles y ajenos a la mirada de un hombre robusto que examinaba todos aquellos enseres con desidia y deseo de descubrir alguna pista de lo que allí había ocurrido. Casi todo parecía inerte y dejado de la mano de dios. Si alguno hubiese interpretado que el escenario era de novela, se habría equivocado.
Los pájaros blancos echaron a volar frente a la ventana que daba al jardín de la vieja casa que llevaba tiempo sin habitar. Nadie habría pensado en sus cortas luces que, donde no existían seres materiales, un asesinato cruel y "sincero" sería el escenario de lo que no había sucedido. Los más ingenuos decían que vieron un rostro apagarse detrás de una neblina, sonriendo y haciendo muecas cuando apenas la luz se intuía en el aire. Mas, gente había, avispada, que imaginaba salir espectros de aquella mansión que , ahora, rezaba sola e iluminada por las linternas de la autoridad. Pero en ese lugar dijo un hombre que las luces nunca habían existido por la tarde; sin embargo , ese mismo día cerca de la luz vespertina, entrevieron una luz opaca que iluminaba más allá del mundo terrenal.
Comenzaron a azulear los viejos coches blancos que asemejaban a los que hoy en día usa la policía americana; pero, no era América el escenario. Sánchez Herminio era el pueblo. En la frontera con México, donde los pobres estaban a la orden del día. Y, según mi tío, que había vivido en esa frontera, solo estaba habitada por piernas que circulaban a un lado y a otro sin rumbo fijo.
Los pocos que aún vivían en esos contornos no habían escuchado apenas nada. Solo un joven radiante que pasaba un fin de semana con su pareja en una roulotte habló de una esencia que, mientras ellos dormían, intuyeron en el silencio del mediodía

-Pocas pistas son esas- puso de manifiesto el gordo que parecía ser el jefe del caso.

Tres años atrás, un suceso similar fue investigado por dos tipos escuálidos, sin seso y con ganas de aparecer en la prensa. No consiguieron alertar a los periódicos ni a sus propias esposas que se sentían deseosas de que su ignorancia se convirtiera en éxito, aún a sabiendas de que eran inútiles en la cama y en su labor cotidiana. Pero también- en aquella ocasión- un muerto, flotando sobre las moscas y maloliente, se desgranaba al lado de un montón de trozos de madera que habían servido para encender ( dentro de la casa) un fuego fatuo.

Pasó entonces mucho tiempo, y el tipo gordo que dos meses antes intervino en el caso, apareció muerto sobre grandes hojas de higuera, con el rostro compungido y sin las dos manos. Habían sido cercenadas de manera cruenta. Pero no se hallaban lejos del cuerpo. Estaban justamente al lado de cada uno de los hombros del tipo fornido. Eso sí, llenas de moscas...