miércoles, 27 de julio de 2011

Sacrificio para un poema

Siempre he sentido como un error fatal
la desidia; es un monstruo cierto,
tan intenso, tan acorde con lo muerto
que esa vida ansiada antes, es letal.

Porque lo sublime ha sido anormal,
lo insidioso justo en lo escueto,
y lo que suena a huero es esqueleto
que anda por la pasarela muy mal.

No pienses en la imagen de juventud,
en los dioses arrojados al fuego
de lo eterno, de lo que fue quietud.

Asómbrate del físico que invita
al movimiento lento de la mar,
a la dulzura de la margarita.

jueves, 14 de julio de 2011

Sevilla y el carril bici (segunda parte)

He encontrado con facilidad la solución:
la de saltar de farola en farola como simio primigenio;
ver las pequeñas alturas llenas de ciclos
y excrementos,
para evitar a las bicis, a los perros
y a los peatones.

Pero, me ha sido muy difícil.
Con ello no se impedía la miseria y los ojos perdidos
de los necesitados;
ni la música cierta de los callejeros,
ni la espléndidez del entorno.

Así que comprar una bici ha sido mi decisión,
para que la corroa el hollín del aire,
y, así, venderla a mejor precio.

Sevilla y el carril bici

Hoy, por hombre fuerte y tenaz,
me "han tocado el timbre" de los oídos en Sevilla.

La situación no era tan difícil:
consistía en tocar con barba el derecho
a acechar a los peatones
que sufríamos las cuatros ruedas
esperando que el tipo verde con buena figura icónica
nos diera licencia para evitar.

La tenacidad es obscena o cateta,
como circular a dos ruedas con dos cabezas.

Después de inquietar su singladura con radios,
el tipo se alejó echando improperios
que me hundieron en el sabor del desconocimiento
de mi inocencia.

Confirmaron mis peores presagios mis hijos,
que acompañándome en el paseo matutino
con lucidez me advirtieron de mi error:

No había sido otro que ocupar la luz del día,
que sentir la gran ciudad como un beso del cielo,
que corresponder a lo moderno de viajar en triciclo.

miércoles, 6 de julio de 2011

Otra vez sobre el oficio

Escribir poemas no es tan fácil
como adorar a un dios
o ignorar a un alma inútil
que acierta con el pellejo divino.

La prepotencia de la palabra no tiene
límites;
ni siquiera la vanidad del poeta más sublime.

Se escribe, porque se vive o se desvive
con situaciones amargas y bailes desacompasados,
o porque se odian las palabras que hieren.

Y hay veces que, callado, no dices nada
y los intérpretes hablan de desidia, de amor,
de dulzura, de sinsabor, de sin grito...

Ellos hablan de la inoperancia de la metáfora pura,
del aficionado a la tristeza,
del aficionado a la incuria,
del deseo de ser no deseado...

Ahora, en verano...

Ahora, en verano, mis hijos suben y bajan las escaleras
como verdaderos fantasmas adolescentes;
y a nadie hacen daño.

Son aparentemente indolentes y dulces
en los viejos escalones de granito rojo
que aún guarda la belleza de lo antiguo.
Pero no hacen daño...

El daño está mucho más lejos de la playas
del verano.

La herida es siempre el paso del tiempo
impasible,idiota:
el que nos hace creer en lo humano y en lo tierno,
en los dientes del lobo feroz
que ataca al viento sin hacerle daño.

Y la situación puede desmejorar,
y hacerse insostenible en la acera;
y seguir creyéndose la belleza subjetiva,
y dulcificar otra vez el alma
en la madurez.

Todo, examinado con reglas y compás,
es tan cierto como ¿qué?

Infatuo, arrojado por esta vela
que nos dirige al pairo,
las olas son más azules que nunca.