Un remolino dibuja en la tarde calurosa
un viejo espectro que no se ha quedado
con nada que las esquinas no supieran falso
o iluminado por la quietud del verano.
Y, todos, en este ilustre verano desechable
se sienten llenos o ahítos de rayos solares
que asemejan fuertes agujas nocturnas
que despiertan al ya débil y cotidiano sueño.