miércoles, 29 de julio de 2015

¿Vamos a morir todos los hombres, impunemente,
a manos de la desidia femenina,
de la factible e incomprensible posibilidad de amar?

Los incautos, los "deflectores" de la desidia
soberbiamente duermen en camas de flexo
antiguo, de viejo movimiento
instruido por féminas excelsas.

Los sabios, mueren de pena inocua,
de insufrible debilidad,
de esa que debilita los trozos de grasa
acumulada por el servilismo de la pareja.

Y los cuatro puntos cardinales dirigen su mirada
a majestuosas catedrales,
a sempiternos argumentos desprovistos de materia:
a no ser la mentira, el odio,
la desfachatez y el olvido.

¿Se debe recuperar, así pues,
el clásico designio de los hombres,
o debemos enfrentarnos de una vez
a una falsa apertura de corazones femeninos?







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