Cuando abro la puerta a los repartidores,
casi todos me parecen iguales:
desasosegados, quizá algo acres
en la noche que los políticos han establecido.
El cambio de la hora es puramente semestral
y cuando ellos se ven en la noche embaucadora
piensan que el destino los engaña, apremiados los tiene.
Y huyen como alma que lleva el diablo,
frenando en curvas abiertas y fáciles,
mientras los demás con mirada fija observan
la hora definitiva,
l a que, en primavera, recupera el espíritu.
Y, entretanto, llega mi ángel desolado....
No hay comentarios:
Publicar un comentario