el que escudriña y se sitúa en el banco más lejano
y nos hace escuchar lo más inaudible de la tropa
para reírse a solas en su lugar más indescriptible.
Desgraciadamente, amigo, es otra vez el tiempo
inescrutable, insensible ante el viento que deshoja
a las rosas más perdidas y a los indolentes
que hieren ajenos a los que sencillos circulan.
Y favoreció a aquellos que fueron amantes al borde
del delirio de manera engañosa, liviana y seria,
introduciéndolos en paraísos perdidos y añejos
que eran largas extensiones de buenos designios.
Volando, hicimos cabriolas para confundirlo
y nos amenazó con polvo y arena de miles de años,
y nos quedó una incapacidad, un deseo pleno de odiarlo
para que, al final, inaprensible, no fuera nada ...
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