lunes, 16 de febrero de 2015

EN ESTOS DÍAS DE DICIEMBRE



Estamos locos, inútilmente  ineficaces y soberbios,
y hacemos cabriolas de circo para imaginar
antiguos recelos y desechos majestuosos,
buscando un lugar en el pesebre,
falsamente divino.

Pero la dulzura superficial de estas fiestas
se convierte en recelo y locuacidad imaginada,
y los hombres acuden a las falsas fogatas
y a los lugares en los que se hacen aspavientos.

Y amanece por el sur...y todos contentos...
porque el enemigo es ahora solidario,
amigo de los brindis y de la ropa vieja,
la misma que lucías desde muy joven.

No respiras porque la vieja mesa
que crujía bajo tus pies era adorable,
adorables tus ideas, tus padres sensibles
augurándote un rostro feliz y serio.

Y, de pronto, una vela llena de ambrosía
te enciende y reverbera  en el silencio.
Pides silencio, el mismo que se hizo
cuando nació aquel que llaman dios.

Ante esto, comienza la duda de saber
si  estos viejos olivos serán veraces
si los romanos asesinaron vilmente
al que nos humilló sin voluntaria intención.

Y surge la creencia de los hombres humildes
que no son comprendidos...
ni siquiera veraces en la espera más triste
del final de estos días, del final de esta farsa.


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