Seguro que la rima de los clásicos es puntual
y deja caer el arte de medir,contar y elegir
los más bellos versos de manera gradual,
sin posibilidad de crear, idiotizar y presumir.
Rubén Darío construyó sonetos de catorce
sílabas, con concierto, con palabras sueltas,
sin pensar en el color, en la idea del pobre
y acabó disimulando su color , el olor salobre.
En París imaginó señoras de altos vuelos,
telas de seda que hacían soñar en los sueños
y eran etílicas mujeres sin pedigrí, sin desvelos.
Los hombres entonces soñabámos en cielos
que cubrieran sin interés mejores empeños
que fuesen una cierta sospecha para los celos.
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