viernes, 31 de enero de 2014

Seguro que la rima de los clásicos es puntual
y deja caer el arte de medir,contar y elegir
los más bellos versos de manera gradual,
sin posibilidad de crear, idiotizar y presumir.

Rubén Darío construyó sonetos de catorce
sílabas, con concierto, con palabras sueltas,
sin pensar en el color, en la idea del pobre
y acabó disimulando su color , el olor salobre.

En París imaginó señoras de altos vuelos,
telas de seda que hacían soñar en los sueños
y eran etílicas mujeres sin pedigrí, sin desvelos.

Los hombres entonces soñabámos en cielos
que cubrieran sin interés mejores empeños
que fuesen una cierta sospecha para los celos.

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