No se puede manchar de lo desconocido
la imagen, que corría en las madrugadas
sin fin, sin querer alejarse de la ciudad,
y , a la vez, amando casi el fin de las cosas.
Ajeno a la deidad y a la desidia del amor
caminaba impasible hacia el horizonte
imaginaba descifrar enigmas sin respuesta
que, inocentemente, dejaran llegar a fin de mes.
Aún lo veo caminar por encima de las pajas
de una era que no era suya,
brillar entre un duro eucaliptus
que llamaba a todas las ausencias.
Circulará entre un arroyo brillante,
no por la laguna Estigia que hace eternos
a los héroes de pacotilla, no sublimes.
Sublime su silencio, su etiqueta de ser humano.
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