Mientras los barbudos pasean por la playa
la luz del atardecer muestra su dulce osadía
y viaja con maletas enemigas de fuerte pudor
mirando de reojo falos inútiles para el amor.
El mar se suaviza,
espejea frente a los últimos ojos
que lo miran,
deshace fuertes poesías
de viejas casas que acompañan
a la estrecha y pequeña carretera,
emite gemidos de vaca
que la antigua vecindad oye
apenas
Alemanes circulan callados en volsvaguens
de viejas ventanas, sólo oyen el rumor
del mar,
que con acantilados de Conil
asemejan a un fantasma de verano
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