En aquella ocasión vimos a la escuadra de aviones
surcar los cielos.
Nos dejaron de interesar las curiosidades
amañadas por adolescentes; las odiábamos
como a quien le roban el corazón.
Eran amarillos los recuerdos,
de un amarillo verde ocre sutil
que te sorprenden en callejas sin salida
sin agonía.
Pero, a lo lejos, comenzaban a sugerirnos
alientos de campeón, nuevos verdes ocres
que eran la imagen de lo más lejano.
Parecía imposible retirar las armas
ante un enemigo impasible;
olíamos de la ribera el frescor
que nos conducía al más allá,
al lugar de los muertos con memoria.
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